El domingo, 27 de febrero, después de varios años de frágil salud, Don Antonio Rivera falleció tranquilamente en su sueño. El Señor decidió curarlo de sus dolores y llamarlo a casa. Hijo de Maria del Refugio Regalado y de José Rivera y hermano de Alfredo Rivera y Manuela Rivera… Antonio Rivera nació el 5 de junio del 1934 en Huaracha, Jalisco, México. Empezó a trabajar a los ocho años en el campo en el municipio de Encarnación de Díaz, Jalisco. A lo largo de los años, Don Antonio llamó "casa" a varios lugares: Huaracha, La Chona, Aguascalientes, Miami, y Chicago, para nombrar algunos. Un hombre trabajador, a través de los años, trabajó como agricultor, lavaplatos, comerciante, paletero, y más. Él siempre dijo, sin embargo, que su mayor logro fue su familia. El 25 de abril del 1954, se casó con su esposa María de los Ángeles “Angelita” Lara, con quien disfrutó de 68 años de matrimonio y con quien tuvo 9 hijos e hijas y, eventualmente, 21 nietos y nietas. Un amante de la música, Don Antonio era siempre el primero en cantar durante cualquier fiesta familiar. Le complacía compartir canciones que él mismo componía. Y aunque a él no exactamente le gustaba bailar… siempre lo hacía porque sabía que eso haría feliz a su esposa, a sus hijas, y a sus nietas. Un fiel catolico, asistió a la Santa Misa cada domingo con su familia y, similarmente, animaba a sus familiares a seguir a Dios. Don Antonio Rivera era realmente un ser humano lleno de luz. Animaba a sus nietos a estudiar, a nutrir sus relaciones amorosas, a trabajar, y a viajar. Le sobreviven varios amados familiares: su amada esposa María de los Ángeles “Angelita”; sus hijos Jesús, Efren, Samuel, Felipe, y Antonio; sus hijas Guadalupe, Amparo, María Esther, y Angeles; y sus nietos y nietas Jesús, Juan Carlos, David, Mónica, Claudia, Marianna, Nohemi, Cristina, Daniel, Alejandro, Eduardo, Anthony, Leonardo, Anabel, Bryana, Sofia, Antonio, Samuel, Bryan, Alexa, y Miguel. Don Antonio Rivera será despedido en Chicago, en familia. Descansará permanentemente donde él indicó que quería descansar, en La Chona, México. La Familia Rivera agradece sus muestras de cariño, oraciones, y condolencias.
Dios vio que él estaba cansado
y una cura no era posible.
Así, que lo arropo con sus brazos
y murmuro a su oído
"Ven Conmigo."
Con nuestros corazones llorosos
lo vimos ir despareciendo.
Y aunque lo amábamos demasiado,
fue imposible no dejarle ir.
Un corazón de oro dejo de latir,
unas manos trabajadoras
a descansar.
Dios rompió nuestros
corazones para demostrarnos
que el solo se lleva lo mejor.
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